Nuevas luchas en Yerushalayim y en Beit-Tzur
(2 Mac 13.1–22)
18Los soldados de la ciudadela de Yerushalayim no dejaban que los Yisraelim salieran de los
alrededores del Templo. Continuamente procuraban causarles daño, y apoyaban a los Goyim.
19Así que Yahudáh decidió acabar con ellos, y reunió a todo el pueblo para atacarlos poniéndoles
cerco. 20En el año ciento cincuenta se reunieron, pues, y los cercaron, levantando plataformas de
Tzor y máquinas de guerra.
21Sin embargo, algunos lograron escapar del cerco, a los cuales se les unieron unos Yisraelim
renegados. 22Todos estos fueron a ver al rey, y le dijeron: "¿Cuánto tiempo tendremos que esperar
hasta que Su Majestad nos haga justicia y nos vengue de nuestros compatriotas? 23Nosotros
servimos con toda buena voluntad al padre de Su Majestad, seguimos sus instrucciones y
obedecimos sus órdenes. 24Y a consecuencia de esto, nuestros compatriotas han cercado la
ciudadela y se han vuelto enemigos nuestros. Más aún, han matado a todos los nuestros que han
encontrado, y se han apoderado de nuestros bienes. 25Y no solamente nos han atacado a nosotros,
sino también a todos los vecinos de Su Majestad. 26En este mismo momento están atacando la
ciudadela de Yerushalayim, con la intención de apoderarse de ella. Además, han fortificado el
Templo, y a Beit-Tzur. 27Si Su Majestad no se adelanta a detenerlos pronto, harán cosas peores, y
Su Majestad no podrá dominarlos."
28Al oír esto, el rey se puso furioso y llamó a todos sus amigos, y a los comandantes de su
ejército y a los jefes de la caballería. 29También llegaron a unírsele ejércitos de mercenarios de
otras naciones y de los países marítimos. 30Los ejércitos del rey se componían de cien mil
soldados de infantería y veinte mil de caballería, con treinta y dos elefantes adiestrados para la
guerra. 31Pasaron por Idumea y acamparon frente a Beit-Tzur, y durante muchos días la atacaron con ayuda de máquinas de guerra; pero los Yisraelim salieron de la fortaleza, y quemaron las
máquinas y lucharon valientemente.
32Yahudáh, entonces, se retiró de la ciudadela y acampó junto a Beit-Zejaryah, frente al
campamento del rey. 33Al día siguiente, muy temprano, el rey levantó el campamento e hizo que
su ejército se dirigiera rápidamente hacia Beit-Zejaryah. El ejército se preparó para la batalla y se
tocaron los shofarot.
34A los elefantes les mostraron jugo de uvas y de moras para excitarlos al
combate. 35Distribuyeron los animales entre los batallones; alrededor de cada elefante dispusieron
mil hombres protegidos con corazas y con cascos de bronce en la cabeza, además de quinientos
soldados de caballería escogidos. 36Los soldados habían sido colocados con anticipación en el
lugar donde debía estar el elefante, y se movían al mismo tiempo que el animal, sin apartarse de
él ni un momento. 37Encima de cada elefante había una torre fortificada, hecha de madera,
cubierta con un techo, sujeta a sus espaldas con un arnés especial, y en cada torre había tres
soldados, además del conductor indio. 38El resto de la caballería fue colocado a los lados del
ejército para hostilizar al enemigo, protegiéndose al mismo tiempo con los batallones. 39Cuando
el sol brillaba sobre los escudos de oro y de bronce, se iluminaban las montañas con su reflejo y
resplandecían como antorchas encendidas.
40Una parte del ejército del rey se desplegó sobre las cumbres de los montes, y otra se quedó
en la parte baja. Avanzaron con confianza y en orden. 41Todos los que oían el ruido que hacía este
gentío al caminar y al hacer resonar las armas, temblaban de miedo. Era, en efecto, un ejército
inmenso y poderoso.
42Yahudáh y su ejército también avanzaron para dar la batalla, y cerca de seiscientos hombres
del ejército del rey cayeron muertos. 43Eleazar Avara n divisó un elefante protegido con armadura
real, que sobresalía por encima de todos los demás, y pensó que el rey se encontraba en él.
44Entonces dio su vida para salvar a su pueblo, y conquistó fama inmortal. 45Corrió atrevidamente
hacia él por en medio del batallón enemigo, matando gente a derecha e izquierda y haciendo que
a uno y otro lado le abrieran paso. 46Llegó hasta colocarse debajo del elefante, y lo atacó y lo
mató. Pero el elefante, al desplomarse, cayó sobre Eleazar, y este murió allí mismo. 47Sin
embargo, al ver los Yisraelim el poderío militar del rey y el ímpetu con que atacaban sus
soldados, tuvieron que retirarse.
48Parte del ejército del rey avanzó sobre Yerushalayim para atacar a los Yisraelim, y el rey
puso cerco a Yahudáh y al Monte Tziyon.
49Hizo las paces con los de Beit-Tzur, los cuales
salieron de la ciudad, pues no tenían provisiones para resistir el cerco. Era un año sabático, en
que la tierra debía descansar. 50Así el rey ocupó Beit-Tzur y puso allí una guarnición. 51Luego
atacó el Templo durante muchos días, levantando plataformas de Tzor, máquinas de guerra,
lanzallamas, catapultas, lanza-dardos y hondas. 52Pero los Yisraelim también levantaron
máquinas para responder a las de sus enemigos, y así estuvieron luchando mucho tiempo. 53Sin
embargo, por ser aquel un año sabático, no tenían suficientes provisiones en sus almacenes, y los
Yisraelim que habían venido a Yahudáh de los países paganos habían consumido las provisiones
que quedaban. 54Como el hambre era ya demasiado fuerte, solo quedaron en el Templo unos
cuantos hombres; los demás se fueron cada uno a su casa.
El rey concede la libertad religiosa a los Yahudim
(2 Mac 13.23–26; 11.22–26)
55–56El rey Antíoco, antes de morir, había confiado su hijo Antíoco a Filipo, a fin de que lo
educara y lo preparara para ser rey. Pero Filipo, una vez que regresó de Persia y Media con el
ejército que el rey había llevado en su campaña, trató de apoderarse del gobierno. Cuando Lisias
se enteró de ello, 57a toda prisa dio órdenes al ejército de ponerse en marcha. Dijo al rey, a los comandantes del ejército y a los soldados: "Cada día nos debilitamos más; nos quedan muy pocas
provisiones; el lugar que estamos sitiando está bien fortificado, y además los asuntos del imperio
exigen nuestra atención. 58Hagamos un trato con esta gente, hagamos las paces con ellos y con
toda la nación. 59Démosles libertad para que sigan sus leyes y costumbres como antes, pues por
haberles prohibido nosotros que siguieran sus leyes y costumbres, ellos se han irritado y causado
todo esto."
60Al rey le pareció bien esta propuesta, lo mismo que a los jefes militares; así que
envió a los Yisraelim propuestas de paz, y ellos las aceptaron. 61El rey y los jefes garantizaron
con su juramento el convenio. Bajo esas condiciones, los Yisraelim salieron de su fortaleza.
62Pero cuando el rey llegó al Monte Tziyon y vio lo bien fortificado que estaba el lugar, se
retractó de su juramento y mandó demoler la muralla que había alrededor. 63Luego se fue a toda
prisa hacia Antioquía, y encontró a Filipo en posesión de la ciudad; lo atacó, y por la fuerza se
apoderó de la ciudad.
Expedición de Báquides y de Alcimo en tiempos del rey Demetrio I
(2 Mac 14.1–4)